De nuevo sonaba aquel infernal despertador. Eran las ocho de la mañana y empezaba un nuevo día en el que me tocaba de nuevo ser el felpudo donde los ridículos, absurdos y mediocres empresarios que ni tan solo tenían los conocimientos básicos de la ESO limpiaban sus pies llenos de mierda en mí. Mi nombre es Josh Carrey y esta es mi patética y absurda vida que está apunto de dar un giro total.
Quise ser psicólogo, pero trabajo en una gran compañía que se dedica principalmente a ofrecer protección personal y asistida a personas que dentro de esta sociedad las consideramos importantes. Es una gran multinacional dirigida por un tipo absurdo y patético que para disimular su mediocridad se rodea de gente más mediocre todavía.
¿Quién era yo y qué papel tenia dentro de este mundo? Pues un simple becario que se encargaba de llevar mensajes, rellenar algún que otro formulario y en general cosas terriblemente absurdas para cualquiera con una inteligencia medianamente decente.
Me sorprende saber que en esta sociedad los mediocres son los primeros en lograr grandes éxitos, los más votados en las elecciones y los que salen en programas televisivos, me sorprende saber y por desgracia de algunos, que formamos parte de una sociedad donde predomina 'lo normal' y donde las cosas 'normales' que todo el mundo puede hacer son premiadas con el éxito en la vida como si fueran especiales, sin embargo aquellos que al igual que yo cuentan con más de dos dedos de frente, cuentan también con una nomina mediocre.
Llevo dos años en esta empresa siendo becario y me sorprende que nadie se haya percatado de mi capacidad de poder realizar actividades más importantes que rellenar un simple formulario. A lo largo de estos años me he dado cuenta de que estoy malgastando mi tiempo, mi futuro y mi vida por eso he decidido convertirme en uno de ellos y dejar de sentirme diferente, pero es que pese a ello no logro comprender como la gente libre con pensamientos, con inteligencia innovadora estorba el sistema basado en estas mentiras.
Llegada a esta conclusión y viendo el lado positivo de ser el becario y el mensajero de la mayoría de los mediocres destacados por su absurdez dentro de la empresa, empecé a apoderarme de información que me pudiera beneficiar, así sean datos bancarios, información inapropiada de algún cliente, fechas importantes en las que tendrá lugar algunos sucesos importantes... y gracias a todo este mi saldo bancario llegó a triplicarse en menos de 4 semanas.
Me apoderaba de algún documento en el que cambiaba los datos bancarios introduciendo otros que pertenecían a una cuenta fantasma, que era mía, en la que una vez se realizaba la transferencia esa cuenta desaparecía en menos de 24 horas y con ella el dinero.
Aprovechaba el saber que en tal día tendría lugar tal acto para venderlo al mejor postor dentro de la prensa. Jugaba con las personas y me estaba acostumbrando a ello.
Me sorprende ver que estoy en una sociedad donde les interesa la vida privada de una estrella de la telebasura. Sinceramente yo flipaba con la gente. Pero aún eso, me daba igual, no iba a ser yo el que quisiera cambiar el rumbo del mundo haciendo acciones que definen mi personalidad y a través de las cuales no he llegado a nada. Sabía que debía de cambiar. Debía de mentir, debía robar, debía chantajear, debía realizar innumerosas acciones gracias a las que podía triunfar. No podía apostar por mi inteligencia y esperar a que la suerte decida estar de mi lado, porque más que nada, sabía que eso jamás pasaría. En este mundo la suerte solo va al lado del que la trabaja y para poder trabajarla no debes tener escrúpulos, no debe importarte nadie ni nada.
Así es como llegué a formar parte de la compañía en la que yo era uno mas. En menos de un año y medio tenía un 60% de las acciones de esta empresa en mis manos.
Enseguida me acostumbré al mundo de los engaños y las mentiras. Fue muy cómodo fingir algo que no soy, ser alguien que no soy, vivir bien sin importarme el cómo lo haya conseguido.
Yo, después de haber pasado un día más en el club de campo rodeado, eso si, de hipócritas y mentirosos, decidí ir a casa porque no me encontraba bien. Empecé a notar un dolor intenso en la cabeza.
Cuando llegué a mi apartamento me dirigí directamente a mi cama, pensé que tal vez acostándome un rato se me pasaría aquel dolor que me estaba produciendo incluso mareos.
Y eso fue lo ultimo que recuerdo.
Al despertar, ya no estaba en mi cama cómoda durmiendo. Notaba como estaba acostado sobre el duro y frío suelo y notaba como ese suelo tan frío hacía llegar un escalofrío a cada rincón de mi cuerpo. Poco a poco fui abriendo los ojos. Me costaba incorporarme, y todavía notaba aquel dolor en la cabeza aunque de una manera más leve. Ya no era tan intenso, sin embargo estaba perturbado. No comprendía donde me encontraba, y no veía nada,solo blancura. Poco a poco y pese a la dificultad que me llevó, me fui levantando. Estaba de pie con el pijama pero descalzo; estaba en una especie de sala, que al parecer era bastante grande debido al eco que se escuchaba cuando pregunté: ¿hay alguien allí? Pero tan solo me respondió mi propio eco.
De repente un foco de luz se encendió justo encima de mí. Era una luz muy intensa que me impedía ver. Enseguida me llevé las manos a los ojos y en ese momento se escuchó como se abría una puerta y los pasos de alguien que se iban acercando. Sinceramente, nunca había pasado tanto miedo en mi vida. Los pasos se detuvieron, ya no se escuchaba nada excepto mi respiración agitada por el miedo... tal vez.
La voz grave y firme interrumpió mi respiración. Parecía incluso robótica, esa voz me causó tanta curiosidad como temor. Empecé de manera inconsciente a bombardear aquella misteriosa voz de preguntas -¿quién eres? ¿dónde estoy? ¿qué queréis de mí? ¿por qué estoy aquí? ¿me puedo ir?
Mi cerebro incluso de manera estúpida realizaba preguntas repetitivas durante un buen rato. De repente la voz misteriosa, de manera tajante me cortó durante mis preguntas y dijo:
-Poco a poco lo sabrás todo, ten paciencia. La paciencia es uno de los valores principales que aprenderás en este lugar.
De nuevo se escucharon esos pasos, pero esta vez se escuchaba como se alejaban hacia el lugar por donde habían venido.
Segundos después, la luz intensa del foco fue perdiendo nivel, y poco a poco se iluminaba una luz que dejaba ver una puerta. Deduje que tenía que dirigirme hacia esa puerta. Me encontraba justo enfrente de esa enorme puerta y ante el miedo que reinaba mi cuerpo dudaba en abrirla o no. No sabía que es lo que me esperaba al otro lado, y en las situaciones de miedo mi imaginación desborda ideas que desconocía por completo. Después de un buen rato allí plantado, decidí abrir la puerta. Era bastante pesada. Detrás de esa puerta me encontré en un pasillo; había mucha gente yendo y viniendo. Todo parecía muy simétrico ya que todos ellos vestían los mismos colores: blanco, negro... Me recordaba a la casa de mi abuelo, siempre lo tenía todo muy, muy ordenado.
Durante mi infancia vivía con mi abuelo en una aldea pequeña al lado de la ciudad. Mis padres murieron cuando yo solo tenia 3 años. Mi abuelo murió cuando yo tenía solo 13 años y me fui a una casa de acogida en la ciudad, donde me ofrecieron una buena educación.
Mi abuelo me inculcó unos valores dignos de cada ser humano y ha sido una gran pena haberlos perdido por culpa de esta sociedad.
Era un pasillo que dejaba entender que estaba en un lugar rural, no sabía concretamente en que tipo de edificio me encontraba pero deduje que era rural por los pájaros que se escuchaban cantando un poco lejos de donde yo estaba. Hacía tiempo que no escuchaba el sonido de un ruiseñor o de cualquier ave, el ruido y la vida frenética de la ciudad hacía que estos sonidos fueran casi inexistentes.
No sabía hacia donde me debía de dirigir. Pero empecé a caminar, simplemente a caminar sin rumbo.
Escuchaba sonidos de gente hablando, muchas voces a la vez que tenían un tono suave y tranquilo, pero no podía distinguir de donde procedían.
El pasillo llegaba a su fin, había llegado a un vestíbulo y al lado habían unas escaleras de madera que subían en forma de caracol. En el momento en el que estaba dudando en subir o no, escuché como unos pasos se acercaban hacia mí en lo alto de la escalera. Levanté la cabeza y... era una chica alta, joven que transmitía una buena imagen, una imagen que me resultaba familiar pero no conseguía saber a que me recordaba. Era una imagen que ya no estaba acostumbrado a ver, parecía pura, transparente, sincera y agradable al contrario que la gran mayoría de chicas que forman parte de mi vida.
Llevaba unos vaqueros y una camiseta, y calzaba unas sandalias de verano. Parecía estar cómoda y segura de sí misma.
Empezó a bajar las escaleras y llevaba dibujada en el rostro una media sonrisa. Se me acercó.
-Tú debes de ser el nuevo ¿verdad?.
¿Nuevo? Nuevo en qué o dónde... de nuevo mi cerebro volvía a querer bombardear preguntas, pero decidí esperar.
-Hola mi nombre es Lucía y seré tu tutora.
¿Tutora? Por Dios que me explique lo que está pasando. Tenía una cara de no saber nada y yo simplemente callaba y observaba. Lucía debió percatarse de mi angustia y acercó su mano a mi hombro con tal de transmitirme algo de seguridad y confianza. Sonrió y me dijo:
-Tranquilo, estarás bien, no te pasará nada. Más tarde comprenderás todo, ahora sígueme.
Volvió a subir las escaleras, y yo estaba detrás de ella. Me llevó a una de las habitaciones que estaban en la planta de arriba. Me abrió la puerta y con su brazo me invitó a entrar. De nuevo cuando me encontraba allí dentro me venían a la mente todos los recuerdos de mi infancia con mi abuelo. Aquella habitación me recordaba muchísimo a la casa en la que vivía de pequeño. No supe como, pero al recordar todo eso me emocioné, tenía los ojos brillantes. En ellos asomaban infinitas lagrimas.
-Ahora descansa. A la derecha tienes el baño, y en el armario tienes toallas y ropa para cambiarte. Encontrarás todo lo que necesites. Más tarde subiré a ver como estas.
Interrumpió mis pensamientos. Yo seguía dándole la espalda mientras observaba la habitación y escuché como se cerraba la puerta.
Era una habitación medianamente grande. Tenía una ventana con unas vistas hacia un campo y había como otro edificio en el patio de al lado. Me sorprendió no ver un televisor ni un equipo de música ni nada que fuera tecnología. La verdad es que añoraba mi portátil y sobretodo mi blackberry. Me habrán llegado muchísimos mensajes. Pero estaba demasiado preocupado por saber donde me encontraba así que en cuestión de segundos se me olvidó que no tenía nada de mi tecnología. Le hice caso a Lucía y me duché. Me sentí bastante más cómodo que antes. Después de la ducha me acosté un momento en la cama. Estaba allí tirado observando el techo de madera mientras mi mente, mis pensamientos y mi imaginación intentaba dar alguna explicación lógica a lo que estaba pasando.
De nuevo Lucía interrumpió mis pensamientos. Tocó a la puerta y supe que era ella porque dijo que iba a volver. Abrí la puerta y efectivamente era ella.
Me saludó con esa sonrisa tan particular que tenía y entró en la habitación. Se sentó en una de las sillas que estaba al lado de la ventana y me invitó a sentarme en la silla que estaba a su lado.
-Siéntate. Ahora te explicaré todo, y ante cualquier duda que tengas me lo dices y lo aclaramos todo ¿está bien?
Afirmé con la cabeza y bastó con eso para que empezara a hablar.
-Formamos parte de una organización no lucrativa que ha realizado diversos estudios sobre nuestra actual sociedad. Nos hemos dado cuenta de que nos estamos ensuciando y que hemos perdido toda ética moral propia y básica en todo ser humano. Lo peor de eso, es que las pocas personas que quedaban con unos principios dignos, se han manchado ellos también, esto es como un virus que se propaga. Nuestra función es simplemente recordar cuales eran esos principios, devolverles a las personas sus bases morales. Desde luego y lamentablemente no podemos ir persona por persona así que elejimos a las personas que presentan unos defectos más avanzados.
-Entonces se supone que estoy aquí porque tengo un defecto ¿no es así?
-Si, exactamente, es eso. Aquí te someteremos a un tratamiento que es conocido por el nombre de Tratamiento de Enfermedades Nongratas.
Yo seguía sin tener las cosas muy claras, pero simplemente seguía afirmando con la cabeza.
Lucía al cabo de unos cuantos minutos se fue y antes de salir me dijo que tendría que vestirme de color naranja.
Me puse el traje naranja que era una especie de mono. Fuera se escuchaba ruido y los pasos de gente. Decidí salir y vi que había mucha gente que se dirigía al mismo sitio. Fui tras ellos sin saber muy bien a dónde iban. Nos encontrábamos en la planta de abajo. Había una chica que me llamó la atención. Era guapa pero demasiado seria. Parecía estar tan confundida o incluso más que yo. Estaba en una silla y me acerqué con la intención de sentarme a su lado pero como había deducido se negó a compartir sitio conmigo. Que chica mas rara.
Cada uno de ellos parecía saber a dónde tenía que dirigirse. En ese momento, entre tanta gente ví a Lucía. Me saludó y nos dirigimos ambos a fuera
-Aquí estaremos mejor -la verdad es que fuera hacía bastante frío pero no me importaba, de hecho me gustó, todo ese ambiente me recordaba a mi abuelo -¿te pasa algo? Parece que todo esto te es familiar. ¿Te recuerda a algo tal vez?- me preguntó Lucía.
-Si, la verdad es que si.
-¿A tu infancia?
-¿Cómo sabe usted eso?
-En primer lugar no me llame usted. Soy tu tutora y compartiremos mucho tiempo juntos así que llámame por mi nombre.
-Está bien, Lucía pero aún no me has dicho como sabes que este lugar me recuerda a mi infancia.
-Figura en nuestra ficha. Bueno, las preguntas las hago yo ¿recuerdas que soy tu terapeuta?
-Bueno y ¿qué quieres que te cuente?
-Me extraña que aún no me hayas preguntado por tu defecto.
-Porque sé, o bueno supongo que sé cual es.
- Ah ¿si? A ver sorpréndeme.
-Primero quiero que tengas claro que me he visto obligado a hacer todo lo que he hecho. Y bueno creo que mi defecto es el mentir, engañar a los demás, ser un corrupto en lo que hago y no ser noble en mi trabajo ni con los demás. Ya no sé lo que significa ser humilde... no sé tal vez así es mejor.
-Pero cuando dices que te has visto obligado... ¿a qué te refieres? ¿Es una justificación barata para silenciar tu conciencia y hacer que el hecho de estar haciendo algo inmoral pase a un segundo plano?
-No sé yo solo digo que no lo he hecho porque he querido.
-Claro que lo has hecho porque has querido. Lo has hecho porque es el camino fácil, el camino por el que se consigue todo por la ley del mínimo esfuerzo a través del esfuerzo de los demás.
-Tú misma lo has dicho. Antes lo conseguían todo a través de mi esfuerzo, no me valoraban.
-Claro, y has decidido darle la vuelta a la moneda y ser tu el que lo consigue todo a través del esfuerzo de los demás ¿o me equivoco?
-No sé Lucía.
-Si sabes. Sabes que esto es cierto.
-Lo sé, he hecho mal en hacer lo que hice pero no me arrepiento.
-Bueno me alegro de que por lo menos sepas el defecto que tienes y que has actuado mal.
-Siempre he tenido presente el error que he cometido, pero siéndote sincero pasaba de volver a vivir con un sueldo mínimo.
-¿Cómo es eso que has tenido siempre tu error presente?
-Sabía que hacía mal. A mí desde pequeño se me ha enseñado a luchar por lo que quiero pero hacerlo de manera digna y honrada, jamás engañando.
-Que bonito. ¿Quién te ha enseñado o inculcado esto?
-Mi abuelo.
-¿Y este lugar te recuerda a él?
-Si. El lugar, la nieve la naturaleza, las montañas...
-Tu abuelo falleció ¿no es así?
-Si. Supuso un golpe muy duro para mí. Creo que me dolió más perderle a él que a mis propios padres.
-Que duras palabras. ¿Por qué crees eso?
-No te confundas, yo quiero a mis padres y ojalá no hubieran muerto, pero si digo esto es porque cuando murieron yo era aún muy pequeño. En cambio cuando perdí a mi abuelo ya era más maduro.
-¿Con maduro quieres decir que te dolió más su perdida?
-Si. Cuando el murió me fui a una casa de acogida.
-Era especial para tí ¿no es así?
-Si ya te lo he dicho. Fue el único que tuve en mi vida y me inculcó valores muy importantes.
-Valores de los que pasaste.
-No pasé.
-Si lo hiciste, los ignoraste. Sabías que estaba mal lo que hacías pero lo hiciste.
-Me ví presionado.
-Bueno, está bien.
Por fin acabó ese paseo tan largo. Me gustó al principio salir al jardín y disfrutar un poco del aire libre, pero Lucía era muy pesada, aunque tenía toda la razón.
-Vas por buen camino, pero ¿sabes lo que más me extraña de tu caso? que de normal un paciente no es consciente del defecto que está realizando y tú si.
-¿Y eso es bueno?
-Tal vez. El hecho de que tú sepas el error que has cometido desde el principio es un gran paso.
-¿Sabes Lucía? yo no quiero seguir así, yo no soy así. Me siento mal cada vez que pienso en todo lo que he hecho.
-¿Quieres cambiar?
-Si.
-¿Cómo?
-Pues no sé, quiero volver a empezar con mi vida.
-Bueno de momento ves a descansar continuamos mañana.
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muy bien Awatif. Me gusta mucho!
ResponderEliminarMuy bien, Awatif! Destacable la profundidad de tus reflexiones y las aportaciones al marco narrativo.
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