Píamo y Tisbe representados en un fresco de Pompeya. |
Píramo y Tisbe eran dos jovenes que vivían en la antigua
Babilonia, en casas contiguas. Por ese motivo, y porque tanto el chico como la
chica tenían una belleza singular, acabó surgiendo el amor.
Si los padres no hubieran estado en contra, se habrían acabado
casando, pero en esta situación ya lo único que podían hacer era hablar por la
rejilla que daba de la habitación del uno al otro (de cuya existencia solo
estaban ellos enterados).
Asi pasaron los días y cada vez estaban más enamorados,
hasta que un día decidieron escaparse y se citaron fuera de la ciudad, junto al
monumento de Nino, al lado de una fuente.
Fue Tisbe quién llego primero, y tuvo la mala suerte de
encontrarse con una leona que acababa de cazar y venía a beber. Del susto se
fue corriendo, sin pararse a recoger el
velo que se le había caído.
La leona, despues de beber, vio el velo y lo destrozó con
sus garras y dientes, manchandolo de sangre (la sangre de la presa reciente).
Mas tarde, cuando llega Píramo ve las huellas de la leona, y
el velo desgarrado. Y creyendo que fue la leona quién dio muerte a su querida
Tisbe se clava el puñal que llevaba al cinto, salpicando de sangre la blancura
de las moras que por allí cerca había.
Entonces llega Tisbe, ve a Píramo muerto sosteniendo su velo
desgarrado, y entendiendo lo que había pasado se clava el mismo puñal con el
que Píramo había acabado con su vida, no sin antes rogar a los dioses que
hicieran descansar ambos cuerpos en una misma tumba, y que el arbol conservara
el color oscuro de sus frutos en recuerdo y luto de la sangre de ambos. Sus
plegarias conmovieron a los dioses, que cumplieron ambos deseos, pues las moras
desde entonces cuando maduran son de color oscuro, y los restos de ambos
descansan en una misma urna.
A continuación os presento el fragmento de la Metamorfosis de Ovidio en el que se relata la historia de Píramo y Tisbe:
Píramo y Tisbe
55. “Píramo y Tisbe, de
los jóvenes el más bello el uno,
la otra, de las que el Oriente tuvo, preferida entre las muchachas,
contiguas tuvieron sus casas, donde se dice que
con cerámicos muros ciñó Semíramis su alta ciudad.
El conocimiento y los primeros pasos la vecindad los hizo,
60. con el tiempo creció el amor; y sus teas también, según derecho, se hubieran unido
pero lo vetaron sus padres; lo que no pudieron vetar:
por igual ardían, cautivas sus mentes, ambos.
Cómplice alguno no hay; por gesto y señales hablan,
y mientras más se tapa, tapado más bulle el fuego.
65. Hendida estaba por una tenue rendija, que ella había producido en otro tiempo,
cuando se hacía, la pared común de una y otra casa.
Tal defecto, por nadie a través de siglos largos notado
-¿qué no siente el amor?-, los primeros lo visteis los amantes
y de la voz lo hicisteis camino, y seguras por él
70en murmullo mínimo vuestras ternuras atravesar solían.
Muchas veces, cuando estaban apostados de aquí Tisbe, Píramo de allí,
y por turnos fuera buscado el anhélito de la boca:
“Envidiosa”, decían, “pared, ¿por qué a los amantes te opones?
¿Cuánto era que permitieses que con todo el cuerpo nos uniéramos,
75. o esto si demasiado es, siquier que, para que besos nos diéramos, te abrieras?
Y no somos ingratos: que a ti nosotros debemos confesamos,
el que dado fue el tránsito a nuestras palabras hasta los oídos amigos.
Tales cosas desde su opuesta sede en vano diciendo,
al anochecer dijeron “adiós” y a la parte suya dieron
80. unos besos cada uno que no arribarían en contra.
La siguiente Aurora había retirado los nocturnos fuegos,
y el sol las pruinosas hierbas con sus rayos había secado.
Junto al acostumbrado lugar se unieron. Entonces con un murmullo pequeño,
de muchas cosas antes quejándose, establecen que en la noche silente
85. burlar a los guardas y de sus puertas fuera salir intenten,
y que cuando de la casa hayan salido, de la ciudad también los techos abandonen,
y para que no hayan de vagar recorriendo un ancho campo,
que se reúnan junto al crematorio de Nino y se escondan bajo la sombra
del árbol: un árbol allí, fecundísimo de níveas frutas,
90. un arduo moral, había, colindante a una helada fontana.
Los acuerdos aprueban; y la luz, que tarde les pareció marcharse,
se precipita a las aguas, y de las aguas mismas sale la noche.
Astuta, por las tinieblas, girando el gozne, Tisbe
sale y burla a los suyos y, cubierto su rostro,
95. llega al túmulo, y bajo el árbol dicho se sienta.
Audaz la hacía el amor. He aquí que llega una leona,
de la reciente matanza de unas reses manchadas sus espumantes comisuras,
que iba a deshacerse de su sed en la onda del vecino hontanar;
a ella, de lejos, a los rayos de la luna, la babilonia Tisbe
100. la ve, y con tímido pie huye a una oscura caverna
y mientras huye, de su espalda resbalados, sus velos abandona.
Cuando la leona salvaje su sed con mucha onda contuvo,
mientras vuelve a las espesuras, encontrados por azar sin ella misma,
con su boca cruenta desgarró los tenues atuendos.
105. Él, que más tarde había salido, huellas vio en el alto
polvo ciertas de fiera y en todo su rostro palideció
Príamo; pero cuando la prenda también, de sangre teñida,
encontró: “Una misma noche a los dos”, dice, “amantes perderá,
de quienes ella fue la más digna de una larga vida;
100. mi vida dañina es. Yo, triste de ti, te he perdido,
que a lugares llenos de miedo hice que de noche vinieras
y no el primero aquí llegué. ¡Destrozad mi cuerpo
y mis malditas entrañas devorad con fiero mordisco,
oh, cuantos leones habitáis bajo esta peña!
115. Pero de un cobarde es pedir la muerte.” Los velos de Tisbe
recoge, y del pactado árbol a la sombra consigo los lleva,
y cuando dio lágrimas, dio besos a la conocida prenda:
“Recibe ahora” dice “ también de nuestra sangre el sorbo”,
y, del que estaba ceñido, se hundió en los costados su hierro,
120. y sin demora, muriendo, de su hirviente herida lo sacó,
y quedó tendido de espalda al suelo: su crúor fulgura alto,
no de otro modo que cuando un caño de plomo defectuoso
se hiende, y por el tenue, estridente taladro, largas
aguas lanza y con sus golpes los aires rompe.
125. Las crías del árbol, por la aspersión de la sangría, en negra
faz se tornan, y humedecida de sangre su raíz,
de un purpúreo color tiñe las colgantes moras.
He aquí que, su miedo aún no dejado, por no burlar a su amante,
ella vuelve, y al joven con sus ojos y ánimo busca,
130. y por narrarle qué grandes peligros ha evitado está ansiosa;
y aunque el lugar reconoce, y en el visto árbol su forma,
igualmente la hace dudar del fruto el color: fija se queda en si él es.
Mientras duda, unos trémulos miembros ve palpitar
en el cruento suelo y atrás su pie lleva, y una cara que el boj
135. más pálida portando se estremece, de la superficie en el modo,
que tiembla cuando lo más alto de ella una exigua aura toca.
Pero después de que, demorada, los amores reconoció suyos,
sacude con sonoro golpe, indignos, sus brazos
y desgarrándose el cabello y abrazando el cuerpo amado
140. sus heridas colmó de lágrimas, y con su llanto el crúor
mezcló, y en su helado rostro besos prendiendo:
“Píramo”, clamó, “¿qué azar a ti de mí te ha arrancado?
Píramo, responde. La Tisbe tuya a ti, queridísimo,
te nombra; escucha, y tu rostro yacente levanta.”
145. Al nombre de Tisbe sus ojos, ya por la muerte pesados,
Píramo irguió, y vista ella los volvió a velar.
La cual, después de que la prenda suya reconoció y vacío
de su espada vio el marfil: “Tu propia a ti mano”, dice, “y el amor,
te ha perdido, desdichado. Hay también en mí, fuerte para solo
150. esto, una mano, hay también amor: dará él para las heridas fuerzas.
Seguiré al extinguido, y de la muerte tuya tristísima se me dirá
causa y compañera, y quien de mí con la muerte sola
serme arrancado, ay, podías, habrás podido ni con la muerte serme arrancado.
Esto, aun así, con las palabras de ambos sed rogados,
155. oh, muy tristes padres mío y de él,
que a los que un seguro amor, a los que la hora postrera unió,
de depositarles en un túmulo mismo no os enojéis;
mas tú, árbol que con tus ramas el lamentable cuerpo
ahora cubres de uno solo -pronto has de cubrir de dos-,
160. las señales mantén de la sangría, y endrinas, y para los lutos aptas,
siempre ten tus crías, testimonios del gemelo crúor”,
dijo, y ajustada la punta bajo lo hondo de su pecho
se postró sobre el hierro que todavía de la sangría estaba tibio.
Sus votos, aun así, conmovieron a los dioses, conmovieron a los padres,
165. pues el color en el fruto es, cuando ya ha madurado, negro,
y lo que a sus piras resta descansa en una sola urna.”
la otra, de las que el Oriente tuvo, preferida entre las muchachas,
contiguas tuvieron sus casas, donde se dice que
con cerámicos muros ciñó Semíramis su alta ciudad.
El conocimiento y los primeros pasos la vecindad los hizo,
60. con el tiempo creció el amor; y sus teas también, según derecho, se hubieran unido
pero lo vetaron sus padres; lo que no pudieron vetar:
por igual ardían, cautivas sus mentes, ambos.
Cómplice alguno no hay; por gesto y señales hablan,
y mientras más se tapa, tapado más bulle el fuego.
65. Hendida estaba por una tenue rendija, que ella había producido en otro tiempo,
cuando se hacía, la pared común de una y otra casa.
Tal defecto, por nadie a través de siglos largos notado
-¿qué no siente el amor?-, los primeros lo visteis los amantes
y de la voz lo hicisteis camino, y seguras por él
70en murmullo mínimo vuestras ternuras atravesar solían.
Muchas veces, cuando estaban apostados de aquí Tisbe, Píramo de allí,
y por turnos fuera buscado el anhélito de la boca:
“Envidiosa”, decían, “pared, ¿por qué a los amantes te opones?
¿Cuánto era que permitieses que con todo el cuerpo nos uniéramos,
75. o esto si demasiado es, siquier que, para que besos nos diéramos, te abrieras?
Y no somos ingratos: que a ti nosotros debemos confesamos,
el que dado fue el tránsito a nuestras palabras hasta los oídos amigos.
Tales cosas desde su opuesta sede en vano diciendo,
al anochecer dijeron “adiós” y a la parte suya dieron
80. unos besos cada uno que no arribarían en contra.
La siguiente Aurora había retirado los nocturnos fuegos,
y el sol las pruinosas hierbas con sus rayos había secado.
Junto al acostumbrado lugar se unieron. Entonces con un murmullo pequeño,
de muchas cosas antes quejándose, establecen que en la noche silente
85. burlar a los guardas y de sus puertas fuera salir intenten,
y que cuando de la casa hayan salido, de la ciudad también los techos abandonen,
y para que no hayan de vagar recorriendo un ancho campo,
que se reúnan junto al crematorio de Nino y se escondan bajo la sombra
del árbol: un árbol allí, fecundísimo de níveas frutas,
90. un arduo moral, había, colindante a una helada fontana.
Los acuerdos aprueban; y la luz, que tarde les pareció marcharse,
se precipita a las aguas, y de las aguas mismas sale la noche.
Astuta, por las tinieblas, girando el gozne, Tisbe
sale y burla a los suyos y, cubierto su rostro,
95. llega al túmulo, y bajo el árbol dicho se sienta.
Audaz la hacía el amor. He aquí que llega una leona,
de la reciente matanza de unas reses manchadas sus espumantes comisuras,
que iba a deshacerse de su sed en la onda del vecino hontanar;
a ella, de lejos, a los rayos de la luna, la babilonia Tisbe
100. la ve, y con tímido pie huye a una oscura caverna
y mientras huye, de su espalda resbalados, sus velos abandona.
Cuando la leona salvaje su sed con mucha onda contuvo,
mientras vuelve a las espesuras, encontrados por azar sin ella misma,
con su boca cruenta desgarró los tenues atuendos.
105. Él, que más tarde había salido, huellas vio en el alto
polvo ciertas de fiera y en todo su rostro palideció
Príamo; pero cuando la prenda también, de sangre teñida,
encontró: “Una misma noche a los dos”, dice, “amantes perderá,
de quienes ella fue la más digna de una larga vida;
100. mi vida dañina es. Yo, triste de ti, te he perdido,
que a lugares llenos de miedo hice que de noche vinieras
y no el primero aquí llegué. ¡Destrozad mi cuerpo
y mis malditas entrañas devorad con fiero mordisco,
oh, cuantos leones habitáis bajo esta peña!
115. Pero de un cobarde es pedir la muerte.” Los velos de Tisbe
recoge, y del pactado árbol a la sombra consigo los lleva,
y cuando dio lágrimas, dio besos a la conocida prenda:
“Recibe ahora” dice “ también de nuestra sangre el sorbo”,
y, del que estaba ceñido, se hundió en los costados su hierro,
120. y sin demora, muriendo, de su hirviente herida lo sacó,
y quedó tendido de espalda al suelo: su crúor fulgura alto,
no de otro modo que cuando un caño de plomo defectuoso
se hiende, y por el tenue, estridente taladro, largas
aguas lanza y con sus golpes los aires rompe.
125. Las crías del árbol, por la aspersión de la sangría, en negra
faz se tornan, y humedecida de sangre su raíz,
de un purpúreo color tiñe las colgantes moras.
He aquí que, su miedo aún no dejado, por no burlar a su amante,
ella vuelve, y al joven con sus ojos y ánimo busca,
130. y por narrarle qué grandes peligros ha evitado está ansiosa;
y aunque el lugar reconoce, y en el visto árbol su forma,
igualmente la hace dudar del fruto el color: fija se queda en si él es.
Mientras duda, unos trémulos miembros ve palpitar
en el cruento suelo y atrás su pie lleva, y una cara que el boj
135. más pálida portando se estremece, de la superficie en el modo,
que tiembla cuando lo más alto de ella una exigua aura toca.
Pero después de que, demorada, los amores reconoció suyos,
sacude con sonoro golpe, indignos, sus brazos
y desgarrándose el cabello y abrazando el cuerpo amado
140. sus heridas colmó de lágrimas, y con su llanto el crúor
mezcló, y en su helado rostro besos prendiendo:
“Píramo”, clamó, “¿qué azar a ti de mí te ha arrancado?
Píramo, responde. La Tisbe tuya a ti, queridísimo,
te nombra; escucha, y tu rostro yacente levanta.”
145. Al nombre de Tisbe sus ojos, ya por la muerte pesados,
Píramo irguió, y vista ella los volvió a velar.
La cual, después de que la prenda suya reconoció y vacío
de su espada vio el marfil: “Tu propia a ti mano”, dice, “y el amor,
te ha perdido, desdichado. Hay también en mí, fuerte para solo
150. esto, una mano, hay también amor: dará él para las heridas fuerzas.
Seguiré al extinguido, y de la muerte tuya tristísima se me dirá
causa y compañera, y quien de mí con la muerte sola
serme arrancado, ay, podías, habrás podido ni con la muerte serme arrancado.
Esto, aun así, con las palabras de ambos sed rogados,
155. oh, muy tristes padres mío y de él,
que a los que un seguro amor, a los que la hora postrera unió,
de depositarles en un túmulo mismo no os enojéis;
mas tú, árbol que con tus ramas el lamentable cuerpo
ahora cubres de uno solo -pronto has de cubrir de dos-,
160. las señales mantén de la sangría, y endrinas, y para los lutos aptas,
siempre ten tus crías, testimonios del gemelo crúor”,
dijo, y ajustada la punta bajo lo hondo de su pecho
se postró sobre el hierro que todavía de la sangría estaba tibio.
Sus votos, aun así, conmovieron a los dioses, conmovieron a los padres,
165. pues el color en el fruto es, cuando ya ha madurado, negro,
y lo que a sus piras resta descansa en una sola urna.”
La trama de “Píramo y Tisbe” aparece dos veces en
Shakespeare. Se ve reflejada en la trama de “Romeo y Julieta” y también aparece
en la comedia “El sueño de una noche de verano” (Acto V, escena I).
Sinfonía de Tchaikovsky "Romeo y Julieta"
“West side story”, es una película estadounidense (1961) en la que también
se refleja la trama de “Romeo y Julieta”, y por lo tanto, la de “Píramo y Tisbe”.
West side story "I feel pretty"
Por último, y menos importante está el apartado de creación personal. He decidido escribir un mini poema, en el que Tisbe se lamenta de la muerte de Píramo:
¡Oh, dioses! ¡Escuchad mi triste lamento!
Desgraciada soy, ya nada tengo.
¡Oh, Venus! Diosa de eso al que llaman amor,
¿por qué has permitido tal infortunio?
Que desdicha la mía, que dolor el que siento.
Por mi culpa ahora el que amo esta muerto.
¡Muy bien, Bianca!
ResponderEliminarHas sido la primera en romper el hielo y has superado la prueba de manera notable.
Me ha gustado ver que mis recomendaciones-sugrencias no caen en saco roto. Recuerda: West side story es mucho mejor película que Grease.
El poema me ha encantado.
Creo que hay una errata en la frase de presentación del poema. Supongo que lo que quieres decir es que "Por último, [pero] NO [por ello] menos importante..." ("last but not least", que dicen los ingleses).
¡Muy bien hecho Bianca!
ResponderEliminarEl poema es muy bonito, un beso.
No, no me he equivocado. Simplemente, me ha parecido que el poema no ha quedado "muy allá", por eso, lo de que es la parte menos importante..
ResponderEliminar¡Gracias, Laura! Otro para ti.