El Pabellón Nº 6: Una reflexión sobre el Tratamiento de la Enfermedad Mental en la obra y la sociedad.
Andrei Efímich, en una de sus intervenciones en la novela "El Pabellón Número Seis" sentencia lo siguiente: "Mi única enfermedad consiste en que
durante veinte años no he encontrado en la ciudad más que una persona
inteligente, y la única que he hallado, además está loca." Quizá sea esta la frase que mejor encierra la tesis que defiende Chéjov durante todo el texto, que es, de forma muy simplificada, que la enfermedad psicológica no define al individuo, no es una identidad, una etiqueta, sino que es un estado. Una persona que padece de una enfermedad psicológica no es "un loco" y ya está, es una persona más.
Chéjov, en esta obra, humaniza al neurodivergente, lucha contra la despersonalización del enfermo mental imperante en su tiempo. Expresa que el "loco" es una persona, que es algo más allá de "un loco", en esta sentencia se observa claramente cuando utiliza un "y" y un "además", en lugar de un "pero" (con el que hubiera demostrado claramente una contradicción entre dichos términos y que la enfermedad mental forma parte de la identidad de la persona). Está diciendo que Iván Dimítrich es alguien inteligente, culto, y lo más importante, que no es algo que entre en contradicción con su estado mental. Chéjov nos muestra, en definitiva, con esta frase, que la "locura", pese a ser un mal funcionamiento en la mente, no tiene que llevar siempre a la supresión total de la capacidad cognitiva. El trastorno mental es obvio que puede dificultar la vida, y tanto, pero no anula la capacidad de ser.
Con el lenguaje, sin embargo, también hay palabras que conciben la neurodivergencia tanto como una identidad que define a la persona como un estado. Por ejemplo, al hablar de "locura" no le estamos dando las mismas connotaciones que al decir "enfermedad mental", "trastorno mental" "neurodivergencia"o "diversidad funcional (psicológica)". Mientras que al utilizar el primer término damos a entender que el que padece la enfermedad es alguien anulado como persona, incapaz de llevar a cabo ningún proceso cognitivo de forma plenamente satisfactoria, al utilizar los términos del segundo grupo, presentamos a quien lo parece como una persona con un cerebro o mentes funcionales pero con alguna pequeña desviación "no saludable".
Claro, a raíz de esto surge la pregunta ¿Qué es algo no saludable, y por tanto, una enfermedad? Según la OMS, alguien no saludable (por oposición a su concepto de salud) es quien no siente un completo bienestar físico, mental y social. Por ello, la enfermedad o salud del individuo tienen una carga social. Es decir que, al ser la normalidad la forma más importante de medir algo como "correcto" o "incorrecto", "bueno" o "malo" etc., ¿el hecho de que una conducta sea vista como algo diferente a lo "normal"lo convierte en una enfermedad? Según la OMS, parece ser así. Es por esto por lo que en el S. XIX la histeria se consideraba una enfermedad con todas las de la ley o por lo que hace menos de un año la OMS despatologizó la transexualidad (junio de 2018).
Por tanto, para ser saludable, parece ser que hay que seguir el esquema social establecido. La cordura va ligada a la normalidad y, al la sociedad considerar la inteligencia algo exclusivo de la cordura, para ser considerado inteligente, hay que ser igual que el resto. La inteligencia reconocida por la sociedad tiene, por tanto, entre uno de sus componentes, simple normalidad. En conclusión, para ser considerado inteligente, hay que ser normal.
Siguiendo los razonamientos hechos previamente, podemos deducir que los "locos" de hace unos siglos quizá en nuestro tiempo no lo fueran y que puede ser que muchos cuerdos de este tiempo no lo fueran siglos atrás (el autor de este texto sin ir más lejos). Esto es debido a que la normalidad cambia con el tiempo. Hay una metáfora muy simple y muy ilustrativa en ciencias políticas (pero que también es aplicable aquí) que ilustra muy bien este fenómeno: la ventana de Overton
Si lo aplicamos a la normalidad en lugar de a la política y retiramos las etiquetas sobre la libertad, ilustra muy bien la movilidad de la normalidad.
Dicha metáfora viene a decir que todo lo aceptable por un público es como una ventana estrecha en la cual, lo que queda dentro es lo aceptable y lo que queda fuera, lo impensable. La única diferencia con las ventanas típicas de nuestra casa, es que esta ventana es móvil y lo que hoy es normal mañana puede que no lo sea y viceversa.
Claro, de aquí surge una pregunta ¿es, por tanto, la enfermedad algo que cambie con el tiempo?, me explico: al seguir los cánones de normalidad de la época, por ejemplo, a la gente homosexual se le consideraba enferma o a ciertas mujeres histéricas y se les aplicaban las terapias pertinentes. Claro, a día de hoy ni la histeria es reconocida como enfermedad y mucho menos la homosexualidad (demasiadas piedras se tiraron en Stonewall para conseguirlo), pero porque la ventana de Overton se ha movido. Pero en aquella época esa gente quedaba fuera de ella y, por tanto, según la definición de enfermedad sí que estaban enfermos. Volveremos a esta pregunta más adelante.
Ahora centrémonos en la historia, al que le podemos aplicar el concepto de la ventana de Overton: Andrei se nos muestra en el texto siempre como alguien "normal" y sensato, siempre dentro de la ventana, todas y cada una de sus acciones son justificables, algunas más y otras menos, pero siempre dentro de la ventana aún rozando el borde. ¿El problema? Que dicha ventana se ha ido moviendo durante la acción mientas lo hacía Andrei: entendíamos su depresión y era totalmente normal (porque menudo panorama), comprendíamps que le diera 500 rublos a Mijaíl, el hecho de que al final desistiera en sus intentos de arreglar el hospital... Y al final, se vuelve loco en el pabellón y lo vemos hasta normal debido a su situación. O sea, vemos normal volverse loco. ¿Cómo se llega a este punto? ¿Se está cayendo abajo la teoría de la OMS?
A la primera pregunta, la respuesta está en el párrafo anterior. Para nosotros él cumple el criterio social, para el resto de personajes, no. Pasa lo mismo con la histeria y la homosexualidad, para nosotros como observadores en otro contexto, no hay ninguna enfermedad (quiero creer), mas para sus coetáneos si la hay, su contexto es otro.
A la segunda pregunta, la respuesta es simplemente "puede", lo que nos quiere decir Chéjov con su obra es que la normalidad no puede entrar en juego a la hora de decidir si una neuodivergencia es una enfermedad o no. Y, la verdad, aunque estoy de acuerdo, se abre aquí una paradoja que me veo incapaz de responder: ¿Dónde ponemos la línea social del trastorno mental? o una pregunta de sí o no: ¿Es realmente necesaria?